
Aquel muchacho que caminaba eternamente,
aquella brisa que decaía y adormecía,
aquella sangre que se me iba,
aquel poeta que estuvo en mi algún día.
Se alejaba y desaparecía,
insertándose en la oscura niebla,
lo llamé por su nombre,
lo llamé por el mío propio.
Es el pájaro que vuela,
una gran estela que avanza,
mar de ilusiones quebranta,
y un estallido de alabanza
surge de la naturaleza,
haciendo suspirar a mi alma.
Vagos recuerdos que me atacan,
inútilmente me causan llagas,
aquel hombre ya se fue,
aquella esperanza fundada
se esfumó entre la niebla,
desapareció entre la nada.