
En un lago azulado habitaba,
tras la barca del pescador que faenaba,
flotando sobre transparentes aguas,
vivía, nadaba, cantaba.
Hojas de cristal humedecidas,
se posaban entumecidas,
cual manto natural fuese,
vestía al río, lo vestía.
Peces de colores jugueteaban,
entre la tranquilidad del agua,
se divertían y lo acompañaban
lo miraban, y se encariñaban.
Sólo una turbulencia,
ondas con profundo compás,
barca de pescador nadando,
nadie está desentonando.
Armonía de naturaleza abunda por el río,
animales que nadan hacia su vacío,
todo en conexión, todo adormecido,
desembocadura cariñosa, lago ensombrecido.
Muere el río, tras dar vida a otro,
este se llama lago, y no parece dormido,
gente que grita, gente que nada,
gente que caza, gente que se abalanza.
Si fuera pez no querría,
si fuera hombre si lo haría,
destruiría y arrasaría,
comería y disfrutaría.
Si fuera animal no aguantaría,
si fuera un dios, vaya osadía.
Algo se agita en el lago,
allí, allí abajo,
se retuerce y se ahoga,
no consigo sacarlo,
pero para qué hacerlo,
si yo también estoy en letargo.
Luchando lo saco a la luz,
y mirándolo me da escalofríos,
no es un hombre lo que tengo,
no es un pez, ni tampoco un ciervo,
dichosa sea la muerte,
solo es mi alma lo que siento.
He cogido al diablo,
lo he rescatado del infierno,
bendícelo Dios,
bendice a este mutante muerto,
que ya de sombras sale,
para recordarme ese deseo.