
Sonó la balada, y empecé a temblar,
note una mirada, que me decía:
¡Ven a bailar!
Aquellos ojos me lo pedían, pero mis pies no podían.
Me di cuenta de que no los movería, por mi estúpida timidez.
Cuando terminó la melodía, caminé hacia ti,
te pedí el siguiente baile, ¡Dios mío! dijiste que sí.
Me fui pues disimulando mi gran alegría,
pero entonces me puse a pensar:
¿Cómo he de bailar?
¿Cómo he de cogerla?
¿ Cómo decirle que la quiero, sin que se de cuenta ?
De repente, comenzó la música, y de nuevo me eché a temblar.
Pero esta vez no lo iba a permitir,
fui hacia la zona de baile y ¡ Ay ! allí te vi,
cuando te tuve enfrente de mí, sentía que iba a estallar,
no podía contenerme, mi corazón iba a llorar.
Para mi sorpresa todo esto desapareció,
cuando bailamos los dos.
Todo lo que había pensado y planeado,
se me había olvidado, ¡ estaba en blanco !
pero en mi deseo soñado.
Si supieses lo que disfruté, nunca con palabras lo podré explicar.
Que lo sepas vida mía, siempre te amaré,
siempre te querré, siempre te desearé
pues aunque yo no quiera admitirlo,
mi corazón te lo llevaste aquella vez.