Es edad

Sentía caer el atardecer, sobre mi difusa imagen,
caminaba por el interior de la acera,
dejando pasar a la gente por el exterior,
iba andando y me dormía.
Ya era bastante tarde como para estar volando,
volvía hacia mi casa y, en el camino,
me di cuenta de que era viejo.

Traspasaba la luz de la farola mi atrofiada sombra,
pero eso no me preocupaba, pero eso no me trastornaba,
ya en aquel cruce lo dije yo algún día,
era muy peligroso, y ocurrió lo que temía,
estaba esperando en la acera cuando pasó un jovenzuelo en moto,
y cuál fue su desgracia cuando aquel coche apareció,
para qué su juventud, para qué la vida que le restaba.
Me quedé inmóvil, mirando, mirando;
aquel casco estaba roto, desgarrado por los laterales,
y con una hendidura demoníaca en el centro.
¡Dios mío! no veía la cara del joven, no la encontraba,
pero ¿dónde estaba el joven?
Me acerqué hasta el accidente,
y una persona salió a cortarme el paso,
ya estaba bastante harto de la vida y de las órdenes,
así que hice caso omiso y avancé,
allí estaba yo entre cristales rotos y algunas personas gritando.
Bajé la vista y lloré,
aquel muchacho estaba muerto,
atravesando el cristal delantero del coche,
acariciando la muerte al acto.
Caí de rodillas clavándome los cristales en ellas,
pero yo no me daba cuenta, aquellos ojos mudos de terror,
aquel muchacho que vi en momentos de antaño,
estaba quieto, muerto, paralizado,
pero la sangre corría y avanzaba,
indicándome que el tiempo se movía,
y que allí todo era real,
sin saber por qué bajé la vista y lloré,
la sangre que emanaba de mis rodillas
se mezclaba con la de aquel hombre,
y en el suelo hacían una, como el pan y el vino, como la sal y el agua.
¿ En verdad era viejo ?,
¿ más que aquel chaval que había muerto ?,
Me iba quejando de mis dolores y achaques,
y él iba riendo y disfrutando,
riendo y disfrutando.
La muerte no miró al cuerpo,
ni siquiera contempló a su alma,
solamente una oportunidad
y se lo llevó consigo.

Solamente un descuido,
y compartió su mismo destino.
¿ Por qué no fui yo ?,
para qué llevarse a un joven teniendo a un viejo como yo,
mi sangre se mezclaba con la del chaval,
mi sangre y la suya, ya sólo eran una,
y es que no había diferencia entre él y yo,
ya que los dos vivíamos,
ya que la diferencia no estaba en envejecer,
sino en el ser y existir.
Bajé la vista y lloré,
mi sangre se mezclaba con la suya,
se mezclaban, y ya sólo eran una.

rancaru

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